Víctima de osteomalacia en su infancia, su pelvis no pudo parir y sufrió su
propia cesárea (de la que nació su hija Amaya). Su primera profesión fue la de escritora. Como
redactora de una revista republicana, durante la guerra tuvo
que utilizar pseudónimo. Su primer marido, padre de su hija tuvo que exiliarse a Praga. Consuelo
le creyó muerto durante los 40 años que duró la dictadura. Siempre escribió poesía.
Consciente del gran componente emocional de todo dolor, se hizo famosa por
su habilidad para poner inyecciones a los niños sin que llorasen. Y eso la llevó a preguntarse
por qué el parto duele. Así que se formó en París en la psicoprofilaxis
para el parto. Y fue la primera en hablar de “Parto sin dolor” en España, y en editar un libro
con ese título en 1955.
En su libro “Las Matronas, una profesión ancestral basada en el amor”,
Consuelo describe la profesión de matrona, en la que ha puesto todo su esfuerzo y amor a lo
largo de una vida intensa, llena de emociones y, sobre todo, muy valiente.
“¡El dolor está en lo que piensas de él!”, decía. Escribió múltiples
artículos cuyo estilo se puede leer en el libro-compendio “Parir sin miedo”. A los 84 años
publicó su “Cartilla para aprender a dar a Luz “. Y a los 90, aún asistía
partos en domicilio, en dignidad, en respeto, en libertad, sin miedo, sin presión, sin peligros,
sin dolor. El día de su 91 cumpleaños, 9 de noviembre del 2005 decía: “Yo estoy muriendo, pero
la idea que represento no morirá”.
Seguía de cerca todo lo que acontecía en las asociaciones de matronas, en la Plataforma “pro
Derechos del Nacimiento”, en la Asociación “El Parto es Nuestro”, y en la Asociación “Nacer en
Casa” de la cual es Presidenta de Honor.